Una sociedad desprotegida: el delincuente «Chuky» podría quedar libre esta semana

Este conocido delincuente de la ciudad, famoso por distintos sucesos delictivos en la ciudad donde es parte, tomó relevancia por ingresar a robar en el Multimedios 3470, donde bailó frente a cámaras, mostró el «traste» y realizó señas obscenas frente a las cámaras en una clara burla a sus víctimas.

Desde la aparición de los Estados-Nación como formas de organización y administración de las sociedades, en casi todo el mundo -exceptuando contados casos donde rige la Ley del Talión- es el Estado mismo quien debe asegurar el buen vivir de los ciudadanos.
En la plenitud del Estado de Derecho, quien tiene el legítimo uso de la fuerza, llamada «coerción», es, valga la redundancia, el Estado. Con ello, debería asegurar a los ciudadanos que su integridad fisica y el respeto por la propiedad privada -en un sistema capitalista- están cuidados.

Evitamos, de esta forma, que cada quién tome represalias personales contra quien atente contra su seguridad, es decir, evitamos la «justicia por mano propia» y ordenamos, de esa manera, como sociedad, quienes son en primera y ultima instancia los responsables de que la dinámica social no se vea afectada por un desorden violento y caótico.

¿Pero que pasa cuando ese pacto se rompe?, ¿qué pasa cuando, por distintos motivos analizables y muy válidos, por cierto, la delincuencia comienza a escalar más rapido que las soluciones que un mismo Estado puede ofrecer?

Las respuestas no son, precisamente, «de ordenamiento». La sociedad misma, el conjunto de personas que dia a dia se relaciona de distintas maneras en distintos espacios, comienza a estar en peligro.
Y frente a esto, comienzan a aparecer «fantasmas» que es mejor no agitar, pero que se presentan como peligrosas soluciones para resolver lo que, desde los poderes del Estado, no pueden resolver o presentan respuestas anacrónicas.

Si fue hace menos de 10 días cuando, en un recinto colmado de medios, las autoridades de la Sociedad Rural expresaron, tácitamente, que en cualquier momento lamentaremos «otras medidas por parte de los productores daminificados por los sucesivos robos y ataques a la propiedad que están sufriendo.»

Si el «garantismo si o el garantismo no», no es una discusión que se intente promover desde aqui. Solamente un llamado a la reflexión profunda, y un llamado a la acción por quienes deberían responder de manera actualizada a las problematicas actuales devenidas y propias de la cultura delictiva.

NO ES LO MISMO HACER LAS COSAS BIEN, QUE HACER LA COSAS MAL, no debería darnos lo mismo.
Pero parece que todo está en jaque. Se premia, muchas veces, a lo equívoco, a quienes pisan el borde -o lo superan ampliamente-, a quienes viven al márgen de la ley, a las empresas y empresarios evasores, a los delincuentes de guante blanco -poco nombrados o invisibilizados mientras se esconden en el poder-, y a los que sus acciones impactan mucho más: los «choros», las «pirañas», los «pobres pibes, no le quedaba otra…». Siempre queda otra. Siempre hay un camino para la honestidad y el esfuerzo.
Y como contracara, lo peor: se pasa por arriba, sin más y como si fuese una obligación, a aquellas personas que dejan su impronta positiva día a día en los lugares que coexisten: al trabajador, al emprendedor, al empresario honesto y correcto, a quienes cumplen su deber diario buscando soluciones dentro de los márgenes de la ley.
Nunca entendí a qué hace referencia la frase «gente de bien», pero siempre sentí que cumplian estos requisitos y no otros. Buscar la solución a un problema, sin intervenir negativamente en la vida del otro. Sin «cagar» a nadie. Sin usar esa «viveza criolla» que muchas veces cataloga, también, en su gran epistemología, al «garca».

Señores, estamos cansados. Nos preguntamos siempre, «¿hasta cuando?». Hasta cuando de políticos ladrones. Hasta cuando de revistitas con grandes caras de quienes otrora dejaron un tendal tras sus delitos. Hasta cuando de películas en Netflix contando la vida de delincuentes como Galarza o Cositorto como si enaltecieran al sujeto que hizo MAL LAS COSAS. ¿Cuando vamos a tener un programa de Rosa, la verdulera del barrio, o de Rubén, el obrero que nunca llega tarde al trabajo?.

Señores, estamos cansados. Estamos cansados de naturalizar que robar un celular en la calle, es un buen síntoma. «Deci que no te pasó nada, que estás bien», nos mencionan como consuelo de tontos algunos cercanos. «Por suerte fue solo eso, podría ser peor», otros, y así, peligrosamente, vamos naturalizando de a poquito, de a cuentagotas, la delincuencia como salida. El empresario que roba licuando empresas y el choro piraña que entra a robar un celular. El ladrón de guante blanco que sale en Netflix y la copia berreta de eso, el «Chuky» bailando frente a cámaras mientras decide que robar y que no en un multimedios que emplea a personas a diario, que trabaja apostando a lo local con capitales locales.

Es hora de cambiar algo, pero en serio y de una buena vez.
Hace algunos días,  desde este medio hemos recibido la noticia por parte de la OGJ de que esta semana será «revisada la prisión preventiva de D.C.». Esto quiere decir que existe la posibilidad de que un delincuente que, además de robar, juega con la impunidad que lo reviste, volverá a las calles. Y lamentablemente, las posibilidades de una reinserción real son casi nulas. Lo más probable es que D.C. vuelva a delinquir a las pocas horas de volver a la calle. Porque, entre otras cosas, nacieron al abrigo de un Estado que no responde a las problematicas actuales, un Estado que no tiene una política clara de abordaje al consumo problemático, un Estado que no da abasto en su sistema penitenciario. Un Estado que no reforma sus leyes y que, causa de ello, genera una de las peores consecuencias que, a titulo personal, puede tener una sociedad: naturalizamos lo que está mal como hechos sin relevancia.

 

 

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