Persuasión coercitiva: el discurso de Milei entre estimaciones contrafacticas y aplausos «porque a mi no me toca».
Uno de los momentos destacados de la asunción presidencial de Javier Milei fue, sin dudas, su esperado discurso. ¿Cómo entender un público que aplaude la crónica de una muerte anunciada?
En la psicología académica existe un concepto llamado «persuasión coercitiva»:un acto deliberado de una persona de influir en las actitudes o conductas de otros, apoyándose en el uso de algún tipo de fuerza, con el objeto de alcanzar un fin preestablecido. A grandes rasgos, es un tipo de manipulación que se lleva adelante metodológicamente con presiones o engaños sobre un sujeto o grupo de sujetos.
El discurso de Javier Milei en el día de ayer, luego de recibir la investidura presidencial, fue en tono con la frontalidad y crudeza de la campaña que lo llevo hasta ahí: habló de ajustes, habló de «pasarla mal», habló de caídos, habló de tarifazos, habló de quita de subsidios y habló de sinceramientos del tipo de cambio, lo cual traducido es lisa y llanamente una devaluación, es decir, pérdida del poder adquisitivo. Y aquí hay que hacer un reconocimiento: Javier Gerardo Milei es el presidente más votado en la historia, y en el balotage ganó por una diferencia abrumadora. Con esto queda claro que la legitimidad con la que llegó hasta el sillón de Rivadavia no está en discusión. Pero ya no habla de «ajuste político», sino de «ajuste del Estado».
La gente que votó a Javier Milei lo hizo sabiendo qué tipo de apuestas estaba haciendo. Podemos debatir, por su puesto, sobre la volatilidad de ese apoyo y por consecuencia, de la volatilidad de su legitimidad; algo que muchos especialistas politólogos ya mencionan como un punto débil cuando se preguntan «¿quién seguirá apoyando a Milei cuando sientan en primera persona los ajustes que votaron?¿cuánto tiempo?». Pero no podemos debatir, bajo ningun punto de vista, que Javier Milei no cambió su discurso. O por lo menos, no lo cambio tanto. Si bien el equipo que armó (y que muchos señalan a Macri como el monje negro) es «bastante casta», la campaña del libertario fue con una motosierra y eliminando ministerios en un pizarrón. Así fue su primer discurso como presidente.
Aunque no deja de llamar la atención como la pequeña pero eufórica «hinchada de militantes» que fue a presenciar el momento del discurso, aplaudía y festejaba cada vez que Javier Milei hablaba de estanflación, como tocaban las cornetas y los bombos cuando hablaba de ajuste y cómo agitaban las banderas de Argentina y del anarcocapitalismo (amarilla y negra) cada vez que Milei decía que «vamos a estar mal». Sólo comparable con aquellas personas víctimas de violencia que siguen eligiendo a su verdugo por alguna especie de disociación enfermiza con la situación de fondo.
En libro del reconocido pensador norteamericano Noam Chomsky, -«El conocimiento del lenguaje»- el autor presenta la noción de cómo es posible que la gente sepa tan poco sobre la estructura y función de su sociedad y el papel de ciertas instituciones gubernamentales, siendo que hay pruebas tan palpables de en qué consiste su papel y funcionamiento. A esto, el autor lo llama «el problema de Orwell» y lo explica por la capacidad que tienen los sistemas totalitarios para inculcar creencias que son firmemente sostenidas y muy difundidas, aunque carecen por completo de fundamento y a menudo contrarían francamente los hechos obvios del mundo circundante.
Esto explicaría cómo ayer, tantas personas aplaudian medidas que claramente impactarán de manera negativa en el corto y mediano plazo.
La punta del iceberg es la percepción de cada individuo frente al futuro que se viene, y en dónde hay dos esquemas de pensamiento que sostienen la euforia del momento: por un lado, la creencia de que «a mi no me toca», pensando que todo lo que se relaciona con el ajuste le caerá «al otro». Esto está firmemente basado en un sesgo de confirmación y un sesgo de anclaje en donde muchas personas creen que los ajustes mencionados en el día de ayer son para una clase de sujetos de la cual no ellos no forman parte. Un grave error en sociedades de convivencia colectiva.
Por otro lado, la falacia de pensar que «el ajuste, tampoco va a ser tan fuerte para nosotros», volviendo a poner la mirada sobre un grupo de personas distinta a la que se pertenece.
Cuando las consecuencias de la liberalización de precios, de la falta de control al puñado de empresas que manejan la industria alimenticia en el país, de la devaluación constante, empiecen a hacer carne en la población… ¿cuán volatil será la legitimidad a Javier Gerardo Milei?
Deja una respuesta