La velocidad de la derrota

| Por Marcelo Radío |

Muchos coinciden en que el timming es muy importante en política. El actual gobierno nacional lo pone en práctica sabiamente al intentar avanzar desde temprano con iniciativas que por su magnitud saturan a la opinión pública, permitiéndole ganar tiempo para implementar su plan de ajuste. De hecho, el asesor Federico Sturzenegger lo expresa sin tapujos al sostener que buscan “empobrecer a los grupos de interés”. Se trata, claro está, de una batalla por el modelo de país.

Mientras veía la película Chau, Buenos Aires, la opera prima de Germán Kral ambientada en la crisis del 2001, pensaba en la propuesta de entender la Argentina en clave tanguera, como en un eterno regocijo melancólico en la derrota. Sabemos que se trata de una causa perdida, pero elegimos perder una y otra vez. Una especie de romantización del pathos nacional que se extiende desde el fondo de la historia y nos permite identificarnos con diferentes tradiciones que quedaron truncas en algún momento. Eso somos: un país plagado de proyectos inconclusos y futuros que no fueron.

Es cierto que, sobre todo después de la pandemia, estamos ante condiciones mundiales inéditas en las que priman guerras, proteccionismo y velocidad tecnológica. Un combo que cimenta una subjetividad de época difícil de entender siguiendo categorías establecidas. Dicho de esta forma no parece un panorama novedoso, aunque en esta oportunidad mejoraron las predicciones de tendencias y cada cual utiliza el modelo al que adhiere para intentar dar cuenta de los fenómenos sin que eso implique la posibilidad de entrar en diálogo con otros.

Ya lo decía Guy Debord: “a aquel que vende la novedad le interesa hacer desaparecer el medio de medirla”. Para muchos se trata de una nueva página en la historia económica y política argentina, con lo de pretensioso y familiar que tienen esas palabras. Pues si en algo acertaron los politólogos, pese a que no vieron venir este presente, es en que estamos hiperpolitizados. Todo el mundo habla de política, así sea en contra de ella y de los políticos. Claro que no de la manera en que en los últimos años era esperable que lo hicieran quienes estuvieran socializados en tales temas.

Más allá de que cada cual le hable a su público (así sea un coro de seguidores que sólo tiene existencia en la memoria), quizás en el fondo se trate de una apuesta compartida por condiciones de vida posibles. Allí tal vez se encuentre un punto de contacto desde el cual desandar horizontes más esperanzadores. Mientras tanto, no es de menospreciar el papel que están cumpliendo las sustancias (legales e ilegales) en el sostenimiento del lazo social.

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