El rastro de la bicicleta: una denuncia anónima y una pareja detenida
La noche en Rafaela transcurría con la rutina habitual: el bullicio de los autos, las luces parpadeantes de los semáforos y el eco de las voces dispersas entre Bv. Lehmann y Sarmiento. Pero para un hombre de 30 años, aquella noche del miércoles sería distinta.
Con el pulso acelerado y el teléfono en mano, marcó el 911. Del otro lado de la línea, con voz firme, informó: “Mi bicicleta robada está aquí, en manos de un desconocido”. No había dudas. Lo reconocía. El birrodado que le habían arrebatado era el mismo que ahora, despreocupadamente, reposaba junto a una pareja sentada en la vereda.
Minutos después, el sonido de las sirenas irrumpió en la escena. Agentes del Comando Radioeléctrico descendieron de la patrulla y observaron lo que la víctima describía: una bicicleta, una pareja y una historia por esclarecer.
El hombre y la mujer, ambos de 22 años, fueron interrogados en el acto. El joven intentó defenderse: “Yo la compré, no robé nada”. Pero el legítimo dueño insistió. Los efectivos, sin margen de error, procedieron a la aprehensión de la pareja y al secuestro de la bicicleta.
Las autoridades informaron al fiscal de turno, quien impartió las directivas para continuar con la investigación. Mientras tanto, el misterio persiste: ¿fue realmente una compra de buena fe o una coartada para encubrir un robo? De cualquier manera, comprar bienes de dudosa procedencia no exime del delito: se es cómplice del mismo.
El caso sigue abierto, y en la madrugada de Rafaela, una bicicleta sigue siendo el hilo conductor de una historia que aún busca su desenlace.
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