El fenómeno «Milei», candidatos que no enamoran y una crisis de legitimidad severa
Las elecciones primarias -PASO- que se llevaron adelante en Argentina se sumaron a la tendencia global que se está viviendo en las distintas democracias del mundo: una fuerte retirada de los oficialismos que atravesaron la pandemia y la crisis producto de la guerra entre Ucrania-Rusia, y un crecimiento de candidatos outsiders de ultraderecha que convencen más que los candidatos «de carrera»
El resultado final de las PASO solamente materializó algo que ya se venia contando como un secreto a voces. El candidato de «La libertad avanza» fue el candidato individual más votado de las elecciones primarias, dejando en claro, sobre todas las cosas, el descontento social reinante entre los ciudadanos.
Con una clase política cada vez más alejada de las necesidades de la gente, con una credibilidad que es insostenible en términos reales y con discursos vacíos, el 69% del padrón electoral dejó atrás a las dos fuerzas políticas -la alianza Unidos por la Patria y la alianza Juntos por el Cambio- que más se armaron para las elecciones, en términos de propaganda, de diagramas de cargos y de territorialidad, y se abocó a un voto que está conformado por la bronca y la desilusión: el voto a Javier Milei.
Muy poco se sabe de sus propuestas reales, y sobre todo, de cómo y con qué equipo las podrá llevar adelante un candidato que no tiene representatividad en el interior, y que aún así ganó en la mayoría de las provincias. Por eso es, por lo menos posible, hablar de un voto castigo. Un voto que conjuga la bronca del día a día del trabajador, la desilusión con un sistema que no está dado respuestas reales a los problemas del país, el castigo a los candidatos que no pueden o no saben zanjar la famosa «grieta» y que lejos de hacerse responsables del espacio donde están, y las obligaciones que eso conlleva un cargo público, siguen dirimiendo sus problemas en los prime time televisivos con una llanura conceptual que asusta.
La «gente de a pié» se cansó, pero más aun, no encuentran soluciones reales a problemáticas que nos abrazan dia a día: la inseguridad, la inflación que le gana a los salarios, la falta de acceso a la vivienda, la escases de créditos, las trabajas en los sistemas productivos y del sector agrícola. Todo conjuga el resultado que hoy asusta a muchos, un Milei que se mete de lleno, por lo menos, en la definición por balotagge.
¿Cuáles son los límites del modelo que propone Milei?
Milei propone un modelo de país privatizado, con una economía bimonetaria, un desfinanciamiento hacia lo publico y un Estado que sólo asegure las ganancias de las grandes empresas y del sector financiero, alejada de los problemas sociales de los que debería encargarse. Seguramente, son muy pocos los votantes de Milei que se animaron a preguntarse, para sí mismo, qué pasaría con su vida diaria en un escenario de estas características, con un gobierno nacional que no tiene ninguna posibilidad de realizar abordajes territoriales y de activar dispositivos de contención en los espacios más necesitados del país.
Tal vez sea esto, la acefalía política territorial de Milei, lo que seduce a sus votantes, camuflándose en ser un outsider de la política tradicional distanciandosé de las estructuras institucionales. Es una incógnita.
Lo que no puede pasar por alto es el entendimiento de que las políticas que propone Milei, todas desde un corte económico-monetarista y de fuerte tendencia liberal, siempre tuvieron como resultados grandes conflictos con la clase trabajadora y un enorme daño para las PYMES y la clase media del país. Basta recordar los años 90′, donde el presidente Menem dejó el pais al borde del colapso que explotó en las calles en 2001.
También es cierto que muchos de los votantes de Milei, no conocen esta realidad. Son jóvenes, y en algunos casos hasta sus padres eran adolescentes que no sufrieron en carne propia las consecuencias de aquel modelo.
Candidatos que no enamoran
Gran parte de este resultado, hay que decirlo, se debe a la poca empatía y la bajísima conexión que tienen los otros candidatos con los votantes. Propuestas vacías, promesas que no convencen, desilusión y en algunos casos, sobre todo el peronismo, una soberbia galopante que dejó en claro la falta de previsibilidad y de cintura para afrontar estas elecciones.
Si bien Massa fue el segundo candidato más votado, Milei solo supera a la alianza completa y también a la de JxC. Un ministro de economía con 150% de inflación, devaluación del 0,2% diario del peso argentino, una coyuntura de bajísimo acceso al credito y un esquema impositivo que molesta.
Por otro lado, la interna de Larreta-Bullrich dejó en claro que ninguno de los dos candidatos convence al voto cautivo que busca «otras opciones»
Los grandes responsables de que hoy la Argentina tenga posibilidades de que Milei sea presidente, son ellos, los representantes de estas alianzas.
Por el lado del peronismo, no hay renovación de cuadros políticos. Por el lado de Cambiemos, se busca revitalizar figuritas del pasado con un discurso de mano dura que ya «no pega».
Un papelon de la clase política actual que deja al borde de que tome las riendas del país una persona de discursos enardecidos, que pregona en sus propuestas la venta de órganos y de bebés y que propone terminar con el diálogo y «poner bombas en el Central y en distintos Ministerios»
La crisis de legitimidad
El filósofo alemán Jurgüen Habermas, en la década del 70′, realizó investigaciones que luego publicaría bajo el concepto de «Crisis de legitmidad» o «crisis de legitimación». La misma, a grandes rasgos, se enfoca en tratar de explicar cómo las instituciones y organizaciones, en este caso, políticas, pierden su capacidad administrativa para mantener la estructura. En la esfera política, esto responde a que los ciudadanos ya no consideran a los agentes políticos «aptos y creibles» para el ejercicio del poder político.
Esta crisis de legitimidad es lo que sucede en Argentina, en un contexto de post-pandemia y de guerra entre potencias, en donde el ciudadano no tiene reflejado en ningun candidato tradicional una esperanza de cambio, ni mucho menos un espacio donde volcar sus necesidades y ser escuchado para devolver una respuesta activa.
Restará ver cómo se mueven las piezas del tablero político, quien acaparará los votos de los partidos que no entraron y cómo actuará la cuarta fuerza eleccionaria, representada por Schiaretti y Randazzo, que lejos de aspirar a ganar las elecciones con un magro 4,5%, tienen hoy lo que las dos alianzas necesitan para ocupar el sillón de Rivadavia: un caudal de votos que pondría a cualquiera de los dos candidatos – Massa y Bullrich – por encima de Milei.
Lo único cierto es que la ciudadanía se expresó, consciente o inconscientemente, movilizada por la razón o por el odio, en un ejercicio democrático que nuevamente llama la atención por la cantidad de ausentes.
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