Cambios si, pero así no: estamos en República, no en monarquía.
Argentina sufre de una situación económica sostenida desde hace años que necesita de cambios profundos para reactivarse.
Los conocidos datos de inflación del último año, cercanos al 200%, muestran que la moneda nacional y el poder adquisitivo se deprecia constantemente, y que ninguno de los sucesivos gobiernos desde la vuelta a la democracia pudo solucionar de raiz este problema, sino que sólo se hicieron parches de medidas paleativas. Los índices de pobreza crecen, sobre todo en la última década, dejando una pobreza estructural de 30% de piso, alcanzando el 45% en el último gobierno.
Otros datos alarmantes terminan de pintar un panorama que indica que se necesita un cambio en la manera de hacer las cosas: 6 de cada 10 chicos son pobres, más del 40% de la economía está en la informalidad, en el área de salud se notan los salarios bajos a médicos y falta de insumos en algunos hospitales del país, niveles de educación alarmantes con docentes que recurrentemente realizan medidas de fuerza a los estados provinciales por los salarios desactualizados, y la violencia conjunta con la delincuencia que no para de crecer.
Estos son solo algunos indicadores que cualquier ciudadano puede «sentir en la piel día a día»; por no entrar en detalle de los problemas que tienen las industrias nacionales, las economías regionales y el sector agropecuario, sobre todo el lechero.
El cambio es necesario. Si. Y en la elección de este año, se notó con un contundente triunfo de un «outsider político» que venía combatir a «la casta» con una motosierra.
Pero estos no son los modos. El día 20 de diciembre Milei anunció un megadecreto que busca derogar más de 300 leyes, intentando arrogarse poderes extraordinarios, saltando todos los mecanismos constitucionales y atentando contra la división de poderes de la Rpública.
Sin entrar en detalles y lecturas de cada una de las leyes que busca derogar, y teniendo en cuenta que aún no se realizó un anuncio claro contra la indefinida «casta», queda claro que este camino tiende más a un estado monárquico que a una República.
Se puede debatir largamente con diferentes miradas sobre lo simbólico de realizar estas medidas un 20 de diciembre, se puede pensar en qué presura o emergencia existía para derogar leyes como la Ley de Tierras, la Ley del Fuego o leyes como la promoción de industria y comercio, pero hay algo que cumpliendo 40 años de democracia no debería suceder, y es precisamente esta manera de «hacer política».
La clase política está en deuda con la sociedad en su conjunto, se muestra anómica y desentendida del CONSENSO social que precisa el país, y la esperanza depositada en Javier Milei, -que presicamente representaba un punto final para las malas prácticas de la política argentina-, parece ir diluyendosé con acciones cuasi-totalitarias que pone al Poder Legislativo y al Poder Judicial en atenta mirada sobre el accionar del presidente.
El anuncio de ayer, rodeado de políticos de trayectoria en distintos gobiernos de los últimos 40 años, no es la forma en la que se construye un nuevo rumbo, ya que se aleja del díalogo, del acuerdo de las formas constitucionales.
Un cambio es necesario, pero así no.
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