Beyoncé, de estrellita pop a portavoz del mundo queer

Con su disco más reciente, la artista estadounidense extiende un reconocimiento a artistas que considera esenciales en la cultura de su país, en un momento de ataques raciales, golpizas policiales y legislaciones restrictivas hacia la comunidad LGBTI.

En el final de la parada barcelonesa de la muy meneada gira mundial de Beyoncé Renaissance -una deslumbrante fantasía afrofuturista llena de androides sexy, un tanque de seis ruedas y la misma Reina Bey montando un caballo gigante de cristal-, una imagen apareció en la enorme pantalla del centro del escenario. Era su ya fallecido tío Jonny, un hombre a quien ella describió como «mi madrina» y la primera persona «que me expuso a mucha de la música y la cultura» que inspiraría su disco Renaissance«Gracias a todos los pioneros que originaron cultura», escribió Beyoncé en una dedicatoria del disco. «A todos esos ángeles caídos cuyas contribuciones han sido ignoradas durante demasiado tiempo».

Ricky Tucker, autor del libro And the Category Is . . . : Inside New York’s Vogue, House, and Ballroom Community, era una de las 53 mil personas presentes en el estadio olímpico de Barcelona a comienzos de junio; había hecho la peregrinación desde New York especialmente para verla. Cuando Jonny apareció en pantalla, los pensamientos de Tucker se dirigieron a su tía Veronica, hermana de su madre quien -como Jonny- también falleció por complicaciones asociadas al HIV, y también lo expuso al amplio mundo gay mientras crecía en Carolina del Norte. «Mi tía Ronny fue una de las primeras personas que me habló de Paris is Burning», dice, aludiendo al rupturista documental de 1990 sobre la cultura drag en Nueva York. «Ella era una piba de clubes, muy en la onda y gay. Que Beyoncé dedique este disco a su tío… significó mucho para mí. Estallé en lágrimas.»

Al mismo tiempo que Beyoncé honraba a la cultura queer y los pioneros detrás de ella, los políticos de Estados Unidos se enfrentaban a casi cada faceta de la vida LGTB+, desde la prohibición de libros de varios autores a ilegalizar las performances drag. Solo en la semana anterior al show de Barcelona, Texas, Louisiana y Missouri aprobaron leyes que prohibían la asistencia médica a menores con otra percepción de género: el más reciente ataque de los republicanos para darle más armas al odio y paranoia contra el movimiento.

Según estudiosos y periodistas, es esta tensión la que hace del momento Renaissance tan crucial y atinado. Aun cuando varios poderes buscan eliminar a la comunidad LGTB+ del tejido nacional, la mayor estrella pop del mundo está usando su plataforma para honrar y celebrar el lugar vital que esas personas siempre tuvieron en la vida y el arte estadounidenses.

Es un esfuerzo que, sin embargo, no carece de complicaciones, disparando interrogantes sobre la autenticidad, la apropiación cultural y cuánto el arte puede cambiar el mundo que lo rodea. Pero no sería un disco de Beyoncé sin apuestas fuertes. Es la estrella pop que definió a una generación, con una carrera que desafió las convenciones y se volvió cada vez más audaz en cada giro. La dominación mundial de Renaissance puede ser su apuesta más grande e importante al día de hoy.

La amplia lista de colaboradores puede leerse como un archivo de la música estadounidense, y subraya la importancia del album. Es un tributo a la perenne, pocas veces reconocida innovación musical de artistas queer negros en el país y más allá, desde el esplendor de lentejuelas de la disco a la pista de baile del éxtasis y la música house y los boliches de New York. La lista incluye todo, de la pionera DJ y música trans Honey Dijon a Grace Jones, icónica modelo, música y actriz. Hay samples de performers drag legendarios y músicos de la vida nocturna como Moi Renee y Kevin Aviance, y relecturas del «I Feel Love» de Donna Summer y el hit house de los ´90 «Show Me Love» de Robin S. 

En el final de la parada barcelonesa de la muy meneada gira mundial de Beyoncé Renaissance -una deslumbrante fantasía afrofuturista llena de androides sexy, un tanque de seis ruedas y la misma Reina Bey montando un caballo gigante de cristal-, una imagen apareció en la enorme pantalla del centro del escenario. Era su ya fallecido tío Jonny, un hombre a quien ella describió como «mi madrina» y la primera persona «que me expuso a mucha de la música y la cultura» que inspiraría su disco Renaissance«Gracias a todos los pioneros que originaron cultura», escribió Beyoncé en una dedicatoria del disco. «A todos esos ángeles caídos cuyas contribuciones han sido ignoradas durante demasiado tiempo».

Ricky Tucker, autor del libro And the Category Is . . . : Inside New York’s Vogue, House, and Ballroom Community, era una de las 53 mil personas presentes en el estadio olímpico de Barcelona a comienzos de junio; había hecho la peregrinación desde New York especialmente para verla. Cuando Jonny apareció en pantalla, los pensamientos de Tucker se dirigieron a su tía Veronica, hermana de su madre quien -como Jonny- también falleció por complicaciones asociadas al HIV, y también lo expuso al amplio mundo gay mientras crecía en Carolina del Norte. «Mi tía Ronny fue una de las primeras personas que me habló de Paris is Burning», dice, aludiendo al rupturista documental de 1990 sobre la cultura drag en Nueva York. «Ella era una piba de clubes, muy en la onda y gay. Que Beyoncé dedique este disco a su tío… significó mucho para mí. Estallé en lágrimas.»

Al mismo tiempo que Beyoncé honraba a la cultura queer y los pioneros detrás de ella, los políticos de Estados Unidos se enfrentaban a casi cada faceta de la vida LGTB+, desde la prohibición de libros de varios autores a ilegalizar las performances drag. Solo en la semana anterior al show de Barcelona, Texas, Louisiana y Missouri aprobaron leyes que prohibían la asistencia médica a menores con otra percepción de género: el más reciente ataque de los republicanos para darle más armas al odio y paranoia contra el movimiento.

Según estudiosos y periodistas, es esta tensión la que hace del momento Renaissance tan crucial y atinado. Aun cuando varios poderes buscan eliminar a la comunidad LGTB+ del tejido nacional, la mayor estrella pop del mundo está usando su plataforma para honrar y celebrar el lugar vital que esas personas siempre tuvieron en la vida y el arte estadounidenses.

Es un esfuerzo que, sin embargo, no carece de complicaciones, disparando interrogantes sobre la autenticidad, la apropiación cultural y cuánto el arte puede cambiar el mundo que lo rodea. Pero no sería un disco de Beyoncé sin apuestas fuertes. Es la estrella pop que definió a una generación, con una carrera que desafió las convenciones y se volvió cada vez más audaz en cada giro. La dominación mundial de Renaissance puede ser su apuesta más grande e importante al día de hoy.

La amplia lista de colaboradores puede leerse como un archivo de la música estadounidense, y subraya la importancia del album. Es un tributo a la perenne, pocas veces reconocida innovación musical de artistas queer negros en el país y más allá, desde el esplendor de lentejuelas de la disco a la pista de baile del éxtasis y la música house y los boliches de New York. La lista incluye todo, de la pionera DJ y música trans Honey Dijon a Grace Jones, icónica modelo, música y actriz. Hay samples de performers drag legendarios y músicos de la vida nocturna como Moi Renee y Kevin Aviance, y relecturas del «I Feel Love» de Donna Summer y el hit house de los ´90 «Show Me Love» de Robin S. 

Semejante lista de colaboradores y referencias sirve como un raro correctivo en la larga y sórdida historia del robo y monetización de la producción cultural negra estadounidense por parte de los blancos. En vez de reutilizar los sonidos originales, en muchos casos Beyoncé colabora con sus pioneros. «Ella está citando la cultura negra queer y la vuelve central en lo que hace hoy», explica Omise’eke Tinsley, profesora de la Universidad de Santa Barbara y autora de Beyoncé in Formation: Remixing Black Feminism. “O quizás trae al primer plano las cosas que siempre fueron centrales, y celebrándolas de principio a fin. Es un amoroso tributo a la disco y el house y los años ’70, pero particularmente a la esencia queer de esos momentos.»

El album hace guiños a la escena house, que tiene sus raíces en grandes clubes queer como el Warehouse de Chicago. Y Renaissance también presenta el sonido típico de New Orleans a cargo de Big Freedia, artista no binarie que colabora habitualmente con Beyoncé. Si se une todo eso, continúa Tinsley, el disco hace una declaración de principios: que el logro y el legado de esos géneros musicales, y la gente queer que ayudó a crearlos, son mojones indiscutibles en la historia cultural estadounidense. Una fuerza que condujo el avance del arte «sin pedir disculpas, de manera brillante, feminista y negra». Y continúa: «Cuando pensamos en esos períodos temporales como períodos de poder negro, a veces nos olvidamos de que ese poder negro también tuvo que ver con lo queer y la femineidad negra.»

Kinitra Brooks, profesora de la Universidad de Michigan que ha dictado cursos sobre Beyoncé y está coeditando un inminente libro llamado The Renaissance Reader, dice que Renaissance también tiene que ver con apoyar una concepción más amplia de lo que una famosa mujer negra llegada del sur puede ser en Estados Unidos. «En el comienzo de su carrera estaba esta sensación de que Beyoncé es una buena y cristiana chica sureña, lo que implicaba que creía en ciertas cosas», dice, un set de códigos no dichos que sugerían que Beyoncé no debía ser demasiado política, demasiado sexual, demasiado enfocada en temas de raza o género o cualquier otra cosa que pudiera entrometerse en el objetivo de vender discos. A comienzos de los 00, a medida que Beyoncé se destacaba como solista, incluso músicas blancas de alto perfil como The Chicks podían ver sus carreras aniquiladas por transmitir una opinión equivocada en cosas como la guerra de Irak, haciendo que ser una artista negra que se expresara libremente se volviera más peligroso

Dos décadas más tarde, Beyoncé no está retrocediendo, abraza y celebra su lugar como «un icono de la cultura femenina negra», dice Brooks. Eso incluye reconocer los «subestimados» sonidos y estilos «de mujeres, hombres, colegas queer» en el sur, gente cuyo vibrante arte y cultura rara vez consigue el mismo nivel de inversión o reconocimiento en la industria mainstream.

Tucker dice que Renaissance es también importante por lo que dice dentro de la amplia comunidad negra. «A menudo, dentro de la misma comunidad solo se oprime a gente queer», dice. «Estamos excomulgados en las iglesias. Con su mensaje, Beyoncé nos habla directamente a nosotros». Agrega que esto se extiende a su gira en vivo, que presenta un cuerpo de baile joven y escogido dentro de la comunidad, así como baños neutrales para los fans.

Tal como apuntó el crítico Wesley Morris en la salida del disco, su título es también un poderoso recordatorio del Harlem Renaissance, una era en la que artistas y escritores huyeron del terror racial a comienzos del siglo XX y arribaron a New York. Allí ayudaron a crear una floreciente escena de performers y creativos a través de los géneros, pioneros de nuevas formas de arte e identidad. Es una declaración, escribe Morris, sobre el modo en que el arte puede ser un santuario en tiempos de persecución. «El punto es que también lo llamaron un renacimiento», escribió. «Sostuvo y diseminó encantamiento y provocación a pesar de la crisis circundante. Le dio a gente que buscaba una casa algo similar a un hogar.»

Además de las declaraciones culturales del disco y la gira, el proyecto también representa la más reciente evolución del mensaje político de Beyoncé. Según Brooks, que solo cuando Beyoncé se convirtió en una megaestrella millonaria pudiera decir exactamente lo que pensaba es un reflejo revelador sobre los límites de ser una artista negra. Aunque significara que Renaissance no se vendiera tan rápidamente como sus discos anteriores. «Construyó el respaldo monetario, el respaldo cultural, para tener estas grandes conversaciones raciales en las que podía no vender tantos discos, no tener tantos hits», dice. «Algunos de sus trabajos más críticos de lo racial no venden tan bien como los previos».

Quizá no venda tan bien, pero con cada nueva etapa de su carrera Beyoncé se ha vuelto más específica, más enfocada. Cada gran giro artístico tiene un camino de años de manejo generando una conversación cultural. Allí estuvo su performance en los MTV VIdeo Music Awards de 2014, donde cantó ante a una enorme pantalla en la que se leía «FEMINISTA». Combinada con un sample de audio de la charla TED «Todos deberíamos ser feministas», de la autora Chimamanda Nogzi Adichie, la performance sin dudas ayudó a ampliar la discusión sobre feminismo.

Dos años después lanzó «Formation», una oda a los muchos sabores del sur negro. Es una canción triunfante, con un sample de Big Freedia y Beyoncé alardeando de su autenticidad, que podía haber ganado mucho dinero pero que nunca le iban a quitar su identidad. El himno -con su estribillo militante pidiendo a las chicas «que se formen»- pudo ese año ser escuchado por todas partes, de fiestas caseras a protestas de Black Lives Matter. El video -con imágenes de bailarines frente a un piquete policial, con el cartel «Dejen de dispararnos»– agregó otra capa, contrastando la luminosa cultura negra del sur en la que creció Beyoncé contra el ambiente de violencia racial y policial en el Sur.

Algunos señalaron la canción y el video como una vital carta de amor. La aclamada escritora Jesmyn Ward escribió en NPR que estaba entendido para «gente que creció negra en el sur estadounidense, que sufrió el huracán Katrina, que vio al mundo hundirse, que murió de hambre durante dos semanas, que dejó a sus muertos flotando en sus casas… necesitábamos escuchar esto.»

Esos gestos no cayeron de la misma manera en todos. Shantrelle P. Lewis, escritora y curadora de New Orleans, acusó a Beyoncé de «exacerbar un trauma» que no era propio para vender discos y tickets, con el doble insulto de que el video no mostraba a Messy Mya y Big Freedia, los performers queer sampleados en la canción. «¿Puede la gente negra apropiarse de la lucha de sus pares?», preguntó Lewis en Slate. «Nunca pensé que iba a llegar a esta conclusión pero sí, se puede. Especialmente cuando sos una de las personas negras más influyentes y poderosas del mundo. Especialmente cuando tomás los productos culturales de una comunidad marginalizada y los presentás como propios. Especialmente cuando capitalizás sus muertes. Esto no es darle a la gente una voz. Es robar».

Este debate sobre la autenticidad, si Beyoncé, una estrella pop multimillonaria, puede involucrarse genuinamente en el delicadas conversaciones políticas por fuera de su experiencia, seguirían en su carrera a medida que siguió volviéndose más conceptual. Pero las críticas no la frenaron. Más tarde en 2016, su performance en el Super Bowl junto a Bruno Mars y Coldplay puso su mensaje cada vez más político en uno de los más grandes y diversos escenarios de Estados Unidos, y una de las pocas piezas mediáticas en la era del smartphone que estadounidenses de todas clases aún miran juntos. La NFL, con sus dueños casi exclusivamente blancos y su tendencia a silenciar protestas de jugadores como Colin Kaepernick, está entre las ligas deportivas más conservadoras del país. Pero eso no detuvo a Beyoncé y sus bailarines de aparecer en trajes de cuero y boinas similares a las de Panteras Negras, haciendo su saludo característico. El show envasó una nueva ola de activismo negro y organización antiracista, y provocó un torbellino cultural: hubo reseñas enfurecidas, ataques directos en Fox News y convocatorias de grupos policiales a boicotear la seguridad en los shows de Beyoncé.

Pero a esa altura Beyoncé parecía inmune a los obstáculos. La presentación en el Coachella de 2018 -en la que mezcló temas de toda su carrera con una gran banda- cimentó su lugar en el panteón musical. Fue la primera mujer negra en encabezar el festival, y su show fue el más visto hasta el momento en la historia de YouTube, con 450 mil personas enganchadas a la transmisión.

Cuando se lanzó Renaissance, el año pasado, Beyoncé estaba en la cumbre de sus poderes. Más allá de las críticas, Tucker dice que es importante apuntar que Beyoncé nunca dijo que sus influencias fueran creaciones propias. Es algo que se replica en la gira. «Ella deja que de eso se encargue su cuerpo de baile y sus colegas queer», dice. «Tienen un momento de alrededor de siete minutos en el que ella abandona el escenario.»

Tucker dice que salir de escena en ese momento es una forma de acompañamiento con más sentido que el trabajo de otra estrella surgida de las pistas de baile, Madonna, cuyo hit de 1990 «Vogue» referenciaba a la escena queer negra y latina de New York. La canción fue «divisiva» dentro del mundo que la inspiró, con algunos apreciando el reconocimiento, y otros viendo a una artista blanca sacando provecho de una forma creada por personas de color que nunca disfrutaría la misma compensación que Madonna.

Brooks apunta que, a diferencia de otras estrellas pop que tomaron inspiración del arte queer, Beyoncé le da crédito a sus colaboradores en las canciones, proveyéndoles un agradecimiento económico. «Ella contrata gente de estas comunidades y pone comida en sus mesas y dinero en sus bolsillos», dice. «No está siendo simplemente extractiva. Aún es Beyoncé. Tenemos que ver las dinámicas de poder que juegan aquí, también ella se está volviendo muy específica sobre dónde hace jugar su poder y para quién.»

Aún así, Beyoncé no está por encima de los reproches. Los fans enfurecieron con su decisión de tocar este año en Dubai, donde la homosexualidad es ilegal. Otros vieron una franca contradicción en su decisión de posar para una campaña de Tiffany en 2021 con un diamante sudafricano de la era colonial, extraído por trabajadores negros explotados negros.

En última instancia, Tinsley dice que le gusta pensar en Beyoncé, y los aliados en general, a través del lente de la utilidad. Seguro, es una complicada acumulación de identidades cuando sos una estrella pop multiplatino, multimillonaria, radical. Pero a fin de cuentas Beyoncé está canalizando su poder para mejorar a la gente, a diferencia de los políticos republicanos que quieren quebrar el movimiento LGBT+. La profesora y su marido, que es transgenéro, dejaron recientemente Texas, en parte por su legislación anti-trans. «Beyoncé no es el enemigo. Y no tiene que ser mi mejor amiga para que su trabajo sea útil para mi supervivencia.»

Más allá de eso, ella alega que la gira de Beyoncé -así como su decisión de tener a su hija Blue Ivy en el escenario- busca un futuro más inclusivo en un país con una larga historia de persecución a los negros. «Aún recuerdo cuando empezó la cuarentena y se sintió como si el mundo estuviera terminando», dice. «Beyoncé está imaginando un futuro negro para estos jóvenes negros queer… es poderoso, es energético, y debe ser celebrado.»

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *